En cada mano la probabilidad de ganar o de perder es prácticamente igual tanto para el jugador como para el dealer, salvo esa pequeña ventaja, casi infinitesimal, que le otorga al tallador la regla de jugar su chance después que lo haya hecho el jugador. Por lo tanto y partiendo de esta realidad podemos hacer la siguiente reflexión: - Si el black jack es un juego de chances simples, le caben las generales de la Ley de las Series y éstas, como se sabe, determinan que las series de uno son el cincuenta por ciento de todo el juego, es decir : J-D-J-D-J-D...etc. ( J es jugador y D es dealer ). Las series de dos son la mitad de las de uno, las de tres la mitad de las de dos, las de cuatro la mitad de las de tres, y así sucesivamente. Ahora bien, durante el juego cómo se verifican esas series ? Según los cálculos de esta manera : Una de tres cada 8 manos. Una de cuatro cada 16 manos. Una de cinco cada 32, una de seis cada 64, y así sucesivamente. Es decir si pretendemos ganar durante cuatro manos consecutivas, sabemos que esa probabilidad se nos brindará una vez en 16 manos. Pero atención que se verifique esto no significa que seamos nosotros los ganadores, bien puede ser al revés y el que gana sea el dealer esas cuatro manos seguidas... Se calcula que un buen jugador que respete la EB ganará unas 44 o 45 manos sobre un total de cien ( unos cinco sabots ), pero aquí viene la pregunta del millón : ¿ El tallador ganará las restantes 55 o 56 manos ? No, respondemos pues en este juego de chances simples haya que tener en cuenta los empates que deben calcularse a razón de uno cada diez manos. Esto hace que de las 55/56 manos faltantes hay que restar 10 manos empatadas, lo que hace un saldo de apenas un par de manos de ventaja para el casino. Pero no hemos tenido en cuenta que en las 44/45 manos que ganó el jugador debe haber, por lo menos, unos cuatro black jack a razòn de 1 cada 21 manos, pues esa es la probabilidad de que se haga un black jack. Esas cuatro medias fichas de los BJ o sea dos (2) fichas completas neutralizan las dos fichas que llevaba de delantera el casino, lográndose una final de " bandera verde " al cabo de esas cien manos. Esto sería así si se juega con apuesta plana. La Estrategia en el Black Jack En el Black Jack resulta muy difícil, por no decir imposible, tener una estrategia determinada, ya que entre 132 cartas como están en juego al sumar las de seis mazos de naipes, puede ocurrir cualquier cosa, y no podemos prever, ni con los más enrevesados cálculos matemáticos ni recurriendo al cálculo de probabilidades, dictaminar la carta o cartas que van a salir de la mano del croupier en cada momento. Con veinticuatro ases, 72 figuras de un valor de 10 puntos, con 24 dieces, y así todas y cada una de las cartas de la baraja, ¿quién puede imaginar siquiera lo que va a saltar al tapete una u otra vez? Por ello conviene que el jugador se olvide de esas hipótesis, y se centre tan sólo en el valor de la jugada inicial, propia y del gran contrario, que es la banca, aunque por sí misma tampoco esa posibilidad resulte infalible. No existe estrategia alguna posible, eso sí, si nos enfrentamos a un as o a una figura entre las dos primeras cartas de la banca. Porque el otro naipe puede ser el as o la figura que falta. Con lo que el croupier tendría servidos los 21 puntos del Black Jack ya de antemano, en jugada servida, y sería inútil todo intento de ganarle. Ello hace que nuestras posibles formas de jugar las cartas sean sumamente limitadas. Teniendo en cuenta el gran número de naipes en juego, y las sencillas e invariables reglas del Blak Jack, es lógico que ello resulte así. Veamos gráficamente algunos ejemplos de bazas de juego iniciales, y sus posibilidades reales de alcanzar un punto ideal, que no ha de ser necesariamente 21, porque si la banca se pasa o no llega, podemos vencerla con 18, 17 o 19 puntos, pongamos por caso. Insistimos en que es el mismo caso del juego de las Veintiuna o del español Siete y Medio: lo ideal es alcanzar el punto justo, o Black Jack. Pero si nadie lo alcanza en la mesa, gana el más próximo (siempre menor, claro), y pierde el que más se aleje de 21, así como, en todos los casos, perderá el jugador que obtenga 22 o más puntos, puesto que, como en los otros dos juegos citados, «se ha pasado». Esta forma práctica de mostrar el juego del Black Jack, como ya hemos hecho con el póker antes, y pese a la mayor simplicidad del que estamos examinando ahora, es la más idónea para que el lector se haga una idea exacta de sus normativas y de sus posibilidades, cuando no es aún una persona avezada a este juego. No vamos a analizar ocho jugadas a la vez, porque resultaría tedioso reunir tantas jugadas en unas páginas. Nos limitaremos a suponer que unos cuantos jugadores han pasado ya, y quedan aquellos que siguen la partida tras ver sus dos naipes iniciales. Porque hay que recordar que quien tiene buenas cartas al empezar, dobla siempre su apuesta, y quien las tiene malas, puede pedir carta y pasarse, o plantarse con una cifra insuficiente. Pues bien, vamos a suponer que tres de nuestros jugadores han pedido carta y se han pasado, perdiendo toda posibilidad de ganar. Y que quedan luego solamente cuatro jugadores y la banca. Analizaremos esas cinco jugadas y la estrategia a seguir en cada caso, para procurar vencer a la banca. Cosa que, insistimos, no resulta nunca nada fácil. Hagamos una salvedad, la única que perjudica a la banca o puede beneficiar al jugador. Según las reglas del Black Jack, si el croupier alcanza los 17 puntos, está obligado a plantarse, sin poder pedir más cartas. En cambio, si las cartas iniciales de la banca suman solamente 16 puntos en total, sucede todo lo contrario. El croupier, entonces, se ve obligado a pedir carta, quiera o no, y resulta sumamente fácil pasarse en cuanto reciba un naipe a partir del 6. Pero si consigue un 5 o una carta inferior, es sumamente probable que gane a todos. Ésas son las dos únicas puntuaciones en que el croupier tiene las manos atadas por las reglas del juego, y el adversario puede aprovecharse de ellas. Pero recordemos que, si hemos doblado la apuesta tras ver nuestras dos primeras cartas, no podemos ver la tercera y única que vamos a recibir, hasta que la banca levante todas las jugadas para ver cuál es la ganadora, lo que nos impide aprovechar hasta el límite una buena oportunidad. Así es el Black Jack, y así hay que aceptarlo. Curiosidades y anécdotas en el Black Jack También el Black Jack tiene numerosas anécdotas y hechos curiosos en torno suyo, como todos los juegos que han alcanzado verdadera popularidad, sobre todo en momentos determinados de la historia. Por ejemplo, tenemos una de las más conocidas, sobre todo en los Estados Unidos -cosa lógica, puesto que es el país donde este juego ha tenido siempre más arraigo-, y hemos de volver, una vez más, a época tan turbulenta como era la colonización del Oeste, ya que en ese período el juego alcanzó uno de sus momentos álgidos, especialmente en las modalidades del póker y el Black Jack, las dos más extendidas en todos los pueblos y ciudades desde el Mississippi a los casinos de la Costa Bárbara de San Francisco. La anécdota que vamos a relatar aconteció en Tombstone, Arizona, la ciudad que tuvo por marshal a Wyatt Earp y fue escenario del famoso tiroteo en el O. K. Corral. Allí, concretamente en su más lujoso saloon, el Crystal Palace, cercano al teatro de variedades más famoso del Oeste, el Birdcage, se puso una noche a jugar al Black Jack el pistolero Johnny Ringo, amigo de la familia Clanton y, por ello, adversario de los Earp y de su compañero Doc Holliday. Ringo tuvo esa noche una suerte loca en la mesa de Black Jack, llegando a ganar la respetable suma de once mil dólares. Ello provocó la quiebra de la banca, y Ringo se levantó, orgulloso de su triunfo. Quiso la casualidad que, en otra mesa, jugando a su juego favorito, el póker, estuviese su odiado rival, Doc Holliday, dentista, pistolero, enfermo de tuberculosis y amigo íntimo de Wyatt Earp. Ringo, eufórico de sus ganancias, retó a Doc a una partida, siendo aceptado en la mesa por un frío Holliday, siempre impasible. Pronto los demás jugadores fueron meros comparsas del duelo entre ambos hombres. Pero Doc era muy bueno jugando al póker, y Ringo vio esfumarse hasta el último dólar de sus ganancias, tras perder con un full de reyes frente a un color de diamantes de Holliday. Lívido, Ringo se dispuso a llamar tramposo a Doc cuando se vio sin dinero delante. Justo entonces, una recia mano se apoyó en su hombro, y una voz calmosa le comentó algo. -¿Qué, Johnny, se te ha cambiado la suerte, muchacho? Lo tuyo no es el póker, diría yo. ¿Por qué no pruebas fortuna otra vez con el Black Jack? Era Wyatt Earp, con una afable sonrisa pero con una mirada de hielo fija en Ringo, sabedor de lo que podía suceder. Johnny, sin embargo, dominó su ira, temeroso de tan formidable enemigo, se levantó sin decir palabra y volvió a otra mesa de Black Jack donde había partida. Lo curioso es que la suerte le volvió a acompañar y, cuando salió del Crystal Palace, llevaba nuevamente casi siete mil dólares en el bolsillo. El incidente con Holliday, que pudo haber terminado en un duelo a muerte, se había evitado. Y Johnny Ringo había ganado dos veces al Black jack y perdido una al póker, todo en una sola noche. Otra anécdota sobre el Black Jack tuvo lugar esta vez en Las Vegas, concretamente en el casino Golden Nuggett, en los años cincuenta. Frank Sinatra y sus inseparables amigos del clan, Dean Martin, Sammy Davis jr., Peter Lawford y la actriz Angie Dickinson, junto con otros dos amigos menos conocidos, entraron en el conocido casino de Las Vegas y decidieron sentarse a una mesa de Black Jack para enfrentarse a un croupier que tenía fama de afortunado y de ser muy duro de pelar. Su idea era la de desmentir esa fama, haciéndole perder, cosa en la que pusieron toda su capacidad de aficionados al juego. Todo fue inútil. La banca les derrotó a todos ellos, y acabaron perdiendo todo su dinero en la mesa. Sinatra, admirado, le dijo al croupier: -Eres realmente muy bueno, y tienes mucha suerte. Si un día pongo un casino, quiero que seas tú mi croupier de Black Jack. La casa estará segura contigo. Cuando más tarde, Frankie adquirió varios casinos de Las Vegas, cumplió su palabra. El croupier fue contratado para uno de sus locales, y al parecer jamás fue desbancado por jugador alguno. También en Las Vegas, un jaque árabe, de turismo en los Estados Unidos, jugó una noche al Black Jack, y tuvo la suerte de cara, llegando a ganar una fortuna, ya que la empresa del local permitió, dada la categoría -y el bolsillo- del jugador, que no hubiese límite en las apuestas. El jeque ganó dos millones de dólares esa noche, suma para él casi insignificante, puesto que recibe mucho más diariamente en su país por el petróleo que producía, pero ser ganador le dio la natural euforia, y se mostró como el visitante más generoso que ha pasado por Las Vegas en una mesa de Black Jack. El jeque entregó al croupier de la mesa donde había tenido tanta suerte, una ficha del casino cuyo valor era nada menos que de 10.000 dólares. Idéntica propina, para pasmo del interesado, dio al portero que le abría las puertas del local cuando lo abandonó. Para los dos afortunados, sin duda, aquella ficha de plástico era mucho más importante que los dos millones para el jeque. Existen infinidad de anécdotas y hechos curiosos relacionados con este juego, pero posiblemente los mencionados resulten los más interesantes de cuantos hemos conocido. Otros, evidentemente, son fruto más de la imaginación que de la realidad, ya que la fantasía de los asiduos a los casinos no tiene nada que envidiar a la que se supone, pongamos por caso, a cazadores o marinos. ¿Cómo ganar al Black Jack? Llegamos ya a la parte final de nuestro pequeño estudio sobre este juego tan popular. Al igual que hicimos con el póker previamente, expondremos aquí algunos buenos consejos a los jugadores, aunque advirtiéndoles, como ya se hizo antes, de que no hay un método concreto para intentar ganar al Black Jack, como tampoco lo hay para el póker. En este juego, concretamente, existe un cálculo de probabilidades realmente imposible, infinitamente menor que en el póker, pues allí se juega con una sola baraja, un máximo de 52 naipes, y en el Black Jack tenemos la friolera de seis barajas a la vez, con una totalidad de 312 cartas. Con ese número, resulta de todo punto absurdo buscarle probabilidades matemáticas a nada, puesto que siempre puede salir la carta que le dé la gana, sin lógica ni cálculo alguno. Por tanto, descartado ese método, debemos centrarnos solamente en unas normas de puro sentido común, si pretendemos ganar a este juego. Pongamos el primer caso probable: si tenemos un as en la mano para comenzar la partida. Con un as en las dos primeras cartas, debemos estudiar si tenemos un punto entre 13 o 17 una vez completada la jugada. Si es así, y vemos que el croupier tiene entre 2 y 6, lo mejor que se puede hacer es plantarse. En cambio, si tenemos de 7 en adelante junto con un as, se debe pedir carta en todos los casos. Suponiendo que el punto que tenemos oscile entre 9 y 11, dadas sus grandes posibilidades de alcanzar un buen nivel, se debe doblar la apuesta, sin duda alguna. En suma, todo depende de nuestro punto y del punto de la banca, ya que aunque ignoremos totalmente lo que va a venirnos a nosotros o al banquero, existen puntuaciones muy positivas desde el inicio y otras que no lo son tanto. Otra cosa es que, después, la práctica nos demuestra que en el Black Jack no hay nada seguro, y todo salga al revés de como pensamos. Pero el consejo dado es prudente y suele ser acertado, pese a todo. Otra posibilidad es la de que seamos nosotros quienes contemos con un as en nuestro juego. Si el croupier tiene un seis, debemos plantarnos siempre cuando obtengamos 17, 18 o 19 puntos, por ser una buena jugada. Y si vemos que el croupier sigue con un número par, cercano al 6, debemos doblar la apuesta, porque tenemos una buena posibilidad de salir ganadores. Pero también es cierto que la banca, con 20 puntos, puede ganar a todos, mientras no haya un jugador que alcance los 21 o Black Jack. Éstas son, posiblemente, las dos grandes posibilidades de ganar con las que contamos en un juego tan difícil de predecir. No se puede aconsejar siquiera que se preste especial atención a los naipes que se van repartiendo, porque carece de sentido hacerlo al pensar que hay nada menos que 312 cartas en el mazo. Puede salir cualquiera en cualquier momento. Como todo juego de envite, requiere prudencia o valor, según los casos, pero nunca miedo o temeridad, porque de ninguna de esas maneras se puede esperar ganar. Tampoco sirve de nada estudiar a los otros jugadores, como en el póker, porque nada van a decirnos sus rostros, aunque tengan Black Jack. También puede tenerlo la banca, y arrasa con todos. En suma, en este juego hay que, poner especial atención solamente a lo que vemos, y deducir si se puede mejorar pidiendo carta o plantándose, a la vista de lo que nos enseñe el croupier. En los demás jugadores no tenemos enemigo, porque cada cual hace su propia apuesta y sólo depende del punto de la banca para ganar o perder, nunca del que nosotros alcancemos. ¿Que eso no es decir cómo ganar al Black Jack? De acuerdo. Sencillamente, no se puede decir, porque no existe método alguno concreto. Tal vez la suerte, la simple suerte ciega, es el único factor a tener en cuenta en una mesa de Black Jack. Sabido eso, adelante. A jugar con buen sentido y con prudencia. Pero también con valentía. Eso es todo. Cortesía de Francisco Caudet.

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