Solamente hay que pensar en la gran cantidad de personas que se ganan la vida vendiendo esa carne, tanto cruda como procesada, ya sea cocinana, frita u orneada, en puestos diseminados por toda la geografía nacional. Con precios altos, la gente huye de esos establecimientos y por consiguiente baja la compra y son miles de empleos directos e indirectos que están en riesgo.
La baja en la demanda, no solamente en pequeños comercios, sino en todos, finalmente implica una caída en el mercado del pollo y los mismos productores sentirán los efectos en sus granjas, por lo que estamos ante un efecto en cadena.
Nada justifica el alza en esa proporción de la carne blanca, ya que no hay factores en la economía, como la prima del dólar, la importación de insumos, ni alzas en los combustibles que impacte el transporte, para que ello suceda. Ante esta situación.
Proconsumidor intentado buscarle una solución al impasse, pero con resultados fallidos, ya que no se trata de acciones aisladas, sino que es necesario adoptar políticas, entre varias instituciones del Estado, los avicultores y distribuidores, que puedan dar una respuesta satisfactoria al problema.
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